domingo, 29 de noviembre de 2009

La visita (versión 7)


Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas… Especialmente la de Rebeca que había estado quejándose de la falta de emoción en todo lo que la rodeaba, la falta de espíritu de Luis, de Totó, de Vale, de los niños que ya no hacían castillos en la arena como ella solía hacerlos cuando era niña, de la falta de espíritu de todos los bañista que le huyeron a la lluvia, cuando para ella era parte del encanto de cualquier escenario; Todos eran tan simples y por si fuera poco, parecería que ella era la única que encontraba emoción en ir a visitar la bodega que les habían recomendado en el hotel; para los demás, era simplemente algo que hacer mientras escampaba.
Si había alguien que se encontraba fuera de lugar era ella, Rebeca no se hallaba ni en si misma y era consciente de ello, decidiéndose a guardar silencio para poder controlar su gran insatisfacción con quienes la acompañaban en ese minúsculo automóvil, especialmente con Luis, su prometido y con su futuro juntos; creía que si de su boca salía alguna frase se oiría como un gran estallido de reclamaciones perdiendo la cordura que la caracterizaba.
Para Rebeca habían transcurrido cuarenta minutos de tortuoso trayecto. Eran los primeros turistas. Ella había logrado contenerse y ahora, entre las vides, respiraba con mayor tranquilidad, seguramente estos serían los momentos más fáciles de soportar durante el resto del fin de semana.
Recorrieron el interior de la bodega, Luis, Totó y Vale no mostraban mayor interés. Rebeca se desvió del tour cuando su atención se enfocó en un ala oscura de la construcción; la guía le señaló que hacia allá se encontraba la cava de los vinos de guarda, las joyas de la misma bodega, pidiéndole volver al grupo.
No quiso poner atención al comentario de la guía, estaba actuando como autómata, tal vez comenzando a escapar, siguió alejándose del grupo para adentrándose en esa oscura ala con una inmensa curiosidad que se vería satisfecha de la forma menos esperada.
Segundos después no daba crédito a lo que veían sus ojos, gritos de terror salían de lo más profundo de su impactado ser quedándose colgados en el ambiente. El tropel no se hizo esperar, encontrando a su llegada el cuerpo tendido del enólogo. Estaba muerto, vidrios y algunos destrozos estaban a su alrededor, una mancha roja oscura rodeaba su cabeza. La histeria invadió el ambiente.
La policía tardó media hora en llegar, solicitado que nadie saliera del edificio por lo que todos se encontraban aún presentes y algo más calmados. Un detective hacia interrogatorios mientras un agente tomaba pruebas. Rebeca se hallaba junto al cuerpo explicándoles cómo había encontrado el cadáver. En medio del interrogatorio Totó preguntó si la mancha sería de sangre o de vino, Rebeca contestó tácitamente: - para algunos es la misma cosa-. –Bueno, como sea- dijo Totó, -Lo cierto es que no pienso volver a beber vino tinto-.
El agente leyó una nota que dejó el homicida en el interior de una botella. Decía: “Encontré el elixir de la eterna juventud”. La cordura de Rebeca parecía haberla abandonado al encontrarse con esa frase, se daba cuenta que sentía envidia del asesino, él había encontrado lo que estaba buscando, ella ni siquiera sabía qué estaba buscando, sólo sabía que no podía estar más allí, que su compromiso con Luis y con la vida que había planeado se iba a romper justo en ese instante. Agradeció estar viviendo esa escena, se despidió de todos a quienes dejó sin entender qué les estaba diciendo y emprendió la huida por entre los viñedos.

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