domingo, 22 de noviembre de 2009

La visita (versión 32)

Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas.
Leo contempló las nubes que les acechaban. Recorrieron un camino serpenteante desde el que no perdieron de vista las aguas de tonos imposibles. Cuando llegaron, el característico olor a mojado de la lluvia lo impregnaba todo. Un relámpago salió a su encuentro y sorprendió a Cloe, a la que él seguía de cerca con la mirada. Era la primera vez que deseó no ser un jefe para poder unirse al cortejo con el resto. El pequeño grupo entró en una sala poco iluminada que regalaba aromas a cuero, madera y vino. Cloe reparó en Leo, que vestía en tonos azules de modo desenfadado y que la miró elevando sus ojos celestes que entonces se le antojaron grises. Allí plantado, delante de enormes barricas de color oscuro pareciendo aturdido, con ese estilo tan desconocido para ella y mostrando realmente la edad que tenía, envejecida por la responsabilidad, se tornó irresistible. Sólo la despertó la voz cantarina de quien sería la guía durante aquella visita, a la que el silencio del grupo dio la bienvenida invitándola a contar la historia de la familia Vázquez, los dueños de la Bodega. Les pidió un esfuerzo por imaginarse cómo en el siglo pasado una pareja llegó del interior buscando la bondad del clima de la costa para aliviar la enfermedad que la mujer sufría. Don Fernando había conseguido comprar aquellos terrenos de viñas que clamaban por ser atendidas. Con esfuerzo y dedicación la Bodega mejoró y logró atraer a las gentes de los alrededores. Se cuenta que el médico la recomendó para mejorar su dolencia el vino extraído de las uvas que más acariciaba el sol. El hijo, nacido en época de vendimia, para cuando Doña Amanda falleció ya había aprendido a amar aquellas cepas y disfrutar ayudando a los demás. Parece que el marido lloraba día y noche pero volvió a la vida cuando descubrió cómo su hijo entregaba botellas del vino que su madre tomaba y que conseguían ayudarla. Desde ese momento, juntos se dedicaron a levantar aquella Bodega que seguía una curiosa tradición que luego pasaría a contarles. Los visitantes quedaron enmudecidos ante aquella historia de lucha y entrega. Finalizó la visita en una gran estancia donde Cloe se abandonó a los aromas de cereza, mosto y canela ante un enorme ventanal al que la lluvia azotaba. La guía dejó que disfrutaran hipnotizados mientras les recordaba que tres generaciones hicieron lo mismo en días como aquél. Era el momento de cumplir la tradición. De pronto, un latigazo sonoro les deslumbró y un olor a madera quemada dio paso a un fuerte perfume a vino acompañado de chorros provenientes de la cuba convertida en improvisada fuente. La guía comprobando que todos estaban bien recordó que con más fuerza cumplirían con la tradición de ofrecer una copa de aquel caldo en señal de amistad y originariamente de amor. Leo le entregó una a Cloe casi en trance. Los ojos de Leo se engancharon a los de ella. Ni el sonido del líquido color rubí golpeando el suelo, ni la lluvia unida a la algarabía del interior impidieron que él siguiera concentrado. Se secó la cara y los brazos que en ese momento le pedían a gritos abrazarla. A Cloe le caían gotas grosella por el cuello y decidió secarla. Dulcemente la pasó un pañuelo en lo que fue claramente una caricia. Se sintieron más unidos que nunca. El aroma embriagador aceleró sus corazones. Poco a poco sus respiraciones se acompasaron. Mientras su paladar todavía degustaba el líquido rico en matices frutales, se unieron en un apasionado beso que sellaría sus vidas.

1 comentario:

  1. Aunque no haya ganado me ha divertido mucho participar. Gracias por organizar este tipo de concursos.
    Saludos

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