domingo, 29 de noviembre de 2009

La visita (versión 18)


Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas... Nunca se hubieran imaginado lo que se encontrarían allí. Marta entró temerosa y con un poco de frío. Pensó en ponerse algo de ropa, pero como iban vestidos de playa, pues nada.
- Ya verás como lo pasaremos bien.
- No estoy muy convencida.
- Que sí mujer, que me ha dicho mi hermana que está muy bien.
Su hermana. Ya salió su hermana, la sabelotodo. La mujer perfecta, que conoce mejor a mis hijos que yo misma. ¡JA! Ya quisiera ella tener estas tetas... Bueno, la verdad es que en la bodega nos recibieron muy bien, primero Jorge Ramiro, director de la misma, que nos introdujo a Javier Marsán, un enólogo amigo suyo que nos hizo de guía. A Fran le gusta mucho el vino. Bueno, a Fran lo que le gusta es beber, así a secas. El tío estaba embobado mientras Javier no paraba de explicar las viñas de la zona, el tipo de vino que salía de ellas, la recogida y transporte de la uva y algo especial sobre las barricas, la verdad es que no me enteré mucho, todavía me duraba el cabreo de haberme quedado sin playa. Mientras Javier nos contaba esto, nos fue orientando hacia un salón, donde nos dieron algo de comer, regado con unos buenos vinos de la casa. La verdad es que la cosa pintaba mejor, me empecé a olvidar de la arena y el mar. Un salón precioso, con grandes ventanales y sofás comodísimos. Además, la verdad es que Javier era un gran anfitrión, tenía a Fran totalmente absorto en sus palabras y bueno, el hombre tenía un buen culo, para que nos vamos a engañar. Le hubiera dado su merecido sin pensármelo. La verdad es que llevo dos años sin ponerle los cuernos a mi marido, desde lo del mulato. Dios, ¡pero qué mulato! ¡Si se podía poner una de pie en sus abdominales! Pero aquello se acabó. Fran se puso hecho una furia cuando se lo conté, pero ya lo ha superado. Al principio desconfiaba mucho, pero poco a poco todo ha vuelto a la normalidad. Es un poquito tonto, pero en el buen sentido. Cuando nos acabamos el postre, dimos un precioso paseo por los viñedos más cercanos. Fran y Javier seguían hablando alegremente, mientras yo iba disfrutando de aquel bonito domingo. La verdad es que parecían amigos de toda la vida, dándose palmadas y riendo a carcajada limpia. Debió ser el efecto del vino. Luego Javier nos acompañó al coche, se despidió, pidiéndonos que volviéramos pronto y entró en la bodega.
- ¡Hostia!
- ¿Qué?
- Me he dejado la cartera dentro al pagar.
Que despistado es, algún día perderá la cabeza. Y nada, tuvo que entrar a por la cartera. En ese momento, yo decidí aprovechar ese tiempo muerto para entrar al lavabo, total... Al abrir la puerta me encuentro a Fran y Javier besándose como si estuvieran en una serie de esas de niños de instituto. La verdad es que nunca me olvidaré. Ahora los dos hacen visitas guiadas y yo volví con el mulato.

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