domingo, 22 de noviembre de 2009

La visita (versión 34)

Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas...

Adaptarse a la idea no fue fácil para Jean, quien estaba acostumbrado a planificar todo en forma milimétrica y con cronómetro en mano. Asintió de malagana, para no incomodar a la chica que propuso la mutación en los planes. A él le impresionaron los ojos y el pelo negros, los ademanes, la espontaneidad y, ante todo, la cintura bien hecha y la curva perfecta de los glúteos.

En sus cálculos figuraba la idea de verla en bañador de dos piezas, con las gotas de mar deslizando por esa piel bronceada y tersa para rodar hasta la arena y aliviar la sed del sol, la misma que el él sentía de bebérsela toda, de fundirse en ella… Para él ya no existían los otros y al entrar en la bodega la desnudó con la mirada.

De enología y cata sabía poco, pero quería aprender de amor físico aquella tarde. Durante el recorrido sólo tuvo ojos para ella, en un ritual que no dejaba cabos sueltos ni desperdiciaba hormonas. Todas las células de su cuerpo conspiraron alentadas por ese fino aroma de maderas ebrias que flotaba en el ambiente y por la acción del vino en sus papilas gustativas.

La degustación encendió el fuego, y el espíritu de Jean comprendió que en ese juego ella tenía todos los ases… Baco selló esa alianza en la hoguera improvisada donde consumieron varias botellas de aquel regalo de los dioses. Un mensaje de móvil resolvió el futuro de ambos: Jean anunció a sus jefes que se tomaba un año sabático y ella en su portátil notificó a su red de amigos que su corazón había llegado a puerto…

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