domingo, 8 de noviembre de 2009

La visita (versión 44)


Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas.

En aquella bodega se habían reunido los mejores vinos del mundo. Enrique Seijas probó un Vega Sicilia, aspirando el olor con delectación, como si el vino serpenteara por su garganta y esparciera sus dorados efluvios por todo su cuerpo.

Natalia Macias eligió un Oporto, de color denso como la miel y al probarlo sintió como si un orgasmo le resbalara por la vagina, haciéndola gritar de placer.

Alfredo Covarsí, el cura que los había casado, eligió un Burdeos, encontrando en su sabor dulce y melifluo, la clave mística del mundo. Mientras Alfredo observaba como los dos enamorados se besaban, el vió como exquisitos manjares bajaban del cielo y unas huríes bailaban la danza del vientre.

En el vino está la verdad, dijo el poeta, pero aquella bodega era como la Capilla Sixtina del vino y los tres amigos disfrutaron de la tarde más deliciosa de sus vidas.

Despertaron por la mañana en la playa, como si hubieran regresado del Paraíso y el rumor de las olas fuera semejante a la música celestial de las galaxias…

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