domingo, 29 de noviembre de 2009

La visita (versión 14)


Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas, más aún la de el. Cuando llegaron, se encontraba en los parrales. Hacia ya tiempo que los granos habían empezado a aumentar su tamaño. Las uvas se mostraban ya amarillentas, presagiando el agostamiento. Le molestó atender el zumbido del móvil. Estos si que son un plaga, pensó. Los había visto acceder a la finca en uno de esos flamantes todoterrenos que, sin mácula, evidencian que, en realidad, son privados de serlo. Lo suyo tampoco fue una opción personal. De la voz del dueño, aunque afable, devino la obligatoriedad de ocuparse de nuevo de otro tipo de pámpanos: pámpanos, y pámpanas… ¡Menudas pintas! Dejó su chubasquero en el vestíbulo de la zona de representación. Le indicaron que el grupo ya debía deambular entre las barricas. Accedieron a la sala de catas al rato. Dos niños, una niña, una mujer, y un hombre. Los revolvió con la mirada, una vez, dos veces, tres veces, cuatro. Cerró los ojos. Recordó todos y cada uno de los elementos distintivos de quién fue su mujer. Evocó el flujo de la mirada de un bebe, como tal, pese a ello, incapaz de recriminar nada. La mezcolanza de recuerdos se aposentó poco a poco. Borboteó un sueño. Si tenía alguna duda, que no la tuvo, se desvaneció. -Mira! Carlos…, esas botellas son del año en el que dicen que nací yo.

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