domingo, 29 de noviembre de 2009

La visita (versión 13)


Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían del coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas...
La lluvia arreciaba cuando llegaron al viejo edificio, haciendo imposible continuar por la destartalada carretera sin visibilidad. Tras media hora esperando sopesaron sus opciones: continuar dentro del coche hasta que las interminables nubes pasasen o entrar en lo que parecían unas bodegas antiguas.
- ¿Quién me sigue? ¡Me muero por un buen vino!– Gritó Rebeca saliendo del coche protegiéndose con la chaqueta.
¿Por qué no? pensaron mientras la seguían.

Segundos después se encontraban aporreando el portón de entrada con la esperanza de que alguien les abriera.

- Es inútil, chicos, esto tiene pinta de llevar cerrado siglos...

Apenas había terminado de hablar cuando un chirrido les indicó que alguien estaba abriendo la inmensa mole de madera.
Visitantes y encargado se escrutaron con atención. El encargado era un hombre de edad indefinida con escaso pelo e inexpresión en sus ojos. Ellos, dos parejas rozando la treintena, vestidos para ir a la playa salvo por sus chaquetas empapadas.

- ¡Gracias a Dios! – Exclamó uno de ellos viendo que el hombre no hacía ademán de dejarles entrar – Nos preguntábamos si podríamos visitar las instalaciones o si tienen zona de degustación y venta. No parece que vaya a escampar y estaríamos muy agradecidos si nos dejase pasar.
- Han tenido suerte – Contestó el hombre con una pausada y flemática voz.– No solemos estar abiertos a estas horas. Habitualmente el horario al público comienza por la tarde, cuando abrimos el restaurante. No solemos realizar visitas guiadas por nuestras instalaciones pero considerando el día tan oscuro que hace creo que podría hacer una excepción.
Los muchachos agradecieron al hombre su amabilidad y entraron en la oscura estancia que hacía las veces de recibidor.
Las paredes exhibían fotografías antiguas, graciosamente colocadas entre enormes barricas de roble con claro fin ornamental. Sobre ellas varios carteles con el logotipo de la bodega y la palabra “RENGAS” con cuidada caligrafía.
- ¿Rengas?.
- Shhh... Renga es como una joroba de animal – Explicó Andrea a su novio que asentía convencido.
Los chicos se mostraron emocionados al ver que la entrada a la bodega se realizaba a través de una de las barricas, como si fuera un antiguo túnel secreto.
- ¡Es fabuloso! Este lugar está lleno de sorpresas. ¿Podremos después probar y comprar alguno de sus caldos? Nunca había escuchado su marca.
- Es complicado – Explicó el encargado – Nuestra producción es pequeña y está comprometida de antemano con amigos y conocidos, sin contar con lo que reservamos para autoconsumo. Nuestra marca es poco conocida pero de gran calidad, estoy seguro de que no habrán probado nunca nada parecido. En cuanto a la entrada, esta barrica es sólo una de las decenas habilitadas como accesos e incluso habitáculos. Puede que quieran ustedes participar en nuestro proceso de producción.
- ¡Sería emocionante...! – exclamaron.
La puerta se cerró cuando los cuatro estuvieron dentro de la segunda barrica. Todo ocurrió muy rápido. Sintieron un escalofrío mientras eran mordidos en el cuello repetidas veces. Después se hizo un lacerante silencio.
- Deshazte del coche, como otras veces.- Ordenó el señor al encargado – Cuando termines trae varias cajas de botellas. No esperábamos a tanta gente y hay mucho que embotellar. Tendríamos que pensar también en cambiar de nombre. Se han fijado en “Rengas” y podrían asociarlo con el contenido de nuestro particular vino.
- Sí, señor – Contestó mientras salía con capa y gafas oscuras para no dañar su monstruoso cuerpo.

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