domingo, 8 de noviembre de 2009

La visita (versión 51)


Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas,, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas repentina y arbitrariamente. El señor de las gafas de pasta, vendedor frustrado de enciclopedias a domicilio, se convirtió torero, también frustrado. Había tomado vino tinto. La mujer del pelo corto con mechas rojas, que entró siendo su esposa, se convirtió en una duquesa de una región inexistente, huyendo de paparazzis inexistentes. Había tomado un vino rosado. El señor conductor, padre de la mujer de mechas rojas, celador jubilado; tomó un vino turbio que lo dejó bastante trastocado y lo convirtió en un timador de pacotilla con un pasado bastante turbio. La mujer mayor, la esposa y madre, tomó un vino blanco dulce y se convirtió en una monja de clausura de un convento de la orden de Las Hermosillas. El niño que venia con ellos, absteniéndose a entrar en la bodega para jugar con los otros niños en los columpios de la entrada; siguió siendo el mismo niño. Y quedándose, así, olvidado por sus padres y abuelos, pasó a formar parte de la colección privada de niños de la bodega.

En el peculiar vino de ésta bodega no se han encontrado rastros de ninguna transformación química, ni transgénica. No se han detectado cambios neurológicos en los afectados, todos siguen llevando una vida normal y corriente, adecuada a su nuevo cambio. Se sospecha en que personas de gran importancia en este país, cuya cláusula de confidencialidad impide desvelar sus nombres, hayan podido pasar por ésta bodega.

Un cartel de advertencia avisa a los visitantes de tales efectos y evita así malentendidos y quejas:
“la visita a esta bodega
cambiará sus vidas literalmente”

si conoce a alguien que esté afectado, o usted mismo cree poder estarlo, no dude en ponerse en contacto con la bodega. Pues tienen un registro de visitantes y pueden, así obtener información de sus anteriores vidas. Si quieren, también pueden recoger a sus hijos, que siguen esperando pacientemente en los columpios de la entrada.

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