domingo, 22 de noviembre de 2009

La visita (versión 36)

Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa misma mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían todos en coche para visitar una famosa bodega. Sacando una radiografía del microclima del lugar, a ambos lados de la carretera, tornasolados por los atisbos fosforescentes de un majestuoso sol. Nuestros excursionistas, en un despliegue de belleza contenida, para el deleite de sus propias vistas iban serpenteando por interesantísimas rutas histórico-culturales. Fijándose, detenidamente, en los tonos de colores revestidos de una calida plasticidad cromática ocre y rojiza, procedente del inmenso mar de viñedos, plantados, como de costumbre en suelos de poca profundidad y de naturaleza caliza y bastantes sanos. “Quiquid materiae adimitur, fructui accedit” que traducido dice “todo aquello que se quita a la madera, se da al fruto”- escribiendo magistralmente Plinio el Viejo. Las cepas ya habían desarrollado su ciclo del carbono a través de sus escalonadas hojas y la vital fotosíntesis ya había generado en los esbeltos y apretados racimos de uvas, todos los azucares necesarios para obtener una excelente añada. Las raíces de los viñedos, hacía tiempo que ya se habían dedicado a profundizar con el objeto de poder absorber todos los minerales necesarios para la posterior elaboración de unas buenas uvas, dónde: “Nisi fallor manifestum est patriam terramque referre, non uvam” que vertido al español viene a decir “el clima y la tierra hacen, ambos, el vino, excluyendo a la planta- escribía nuevamente Plinio”. Transcurrido algún tiempo, nuestros excursionistas catadores abrían sus sentidos a nuevos sabores y a nuevas sensaciones. Bajo las expertas recomendaciones de un buen enólogo y ataviados con un magnifico juego de copas de cristal de primera calidad, en un ambiente de cálida y fraternal compañía, empezaba el excelso placer de degustar unos vinos de muy alta calidad. Dando énfasis, al ritual iniciático que una selecta cata de vinos iba exigiendo, de forma gradual, a todos sus participantes, es decir, para que hubiera una total conquista, habría que empezar por la esencia de sus colores, después por las texturas que se perciben al beberlo. Destacando fundamentalmente el sentido del olfato, discerniendo tres tipos de aromas: aromas primarios, que se diferencian entre si por el tipo de vid, aromas secundarios producidos por la fermentación y aromas terciarios o “bouquet” que dependen del tipo de crianza del vino. Aquella deliciosa cata cambió la vida a uno de los participantes… pues, de repente, en el medio de tan exquisita y sobresaliente degustación firmado por un importante elaborador… sonó el teléfono móvil del que, personalmente, ya empezaba a nivel literario creando novelas cortas de excelente nivel, y presentándolas a diversos concursos literarios… comunicándole, linealmente, que su novela histórica había obtenido el primer premio, con diploma y un premio de 12.000 Euros. Lleno de euforia y dando rienda suelta a una enorme satisfacción por la obtención de este premio, pues, ciertamente, le abriría en el futuro, muchas más puertas de índole literaria, rogó al enólogo que hiciera una buena selección de vinos y los pusiera todos arriba de la mesa, sirviendo de vehiculo de tradición, de afable exaltador de la locuacidad y de la amistad entre las personas. Habría que celebrar por todo lo alto este brillante acontecimiento. Y la fiesta báquica duró y duró hasta bien entrada la madrugada en un intenso zigzag de alegres sensaciones y sabores.

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