domingo, 22 de noviembre de 2009

La visita (versión 33)

Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas en forma inesperada, el grupo lo formaban dos matrimonios jóvenes, Juan Jiménez al volante y a su lado su esposa Pepa, detrás, Alfonso Gonzáles y Letizia. En el camino estaba aparcado un enorme y lujoso Mercedes, apoyado en el capó un señor mayor se secaba las lágrimas, sus lentes al lado. Como buenos samaritanos y picados por la curiosidad se detuvieron, quizás podrían ayudar, don Felipe Fontana, rápidamente guardo el pañuelo y se colocó los lentes.
Apeándose, Alfonso se acercó:

- Buen día señor, algún problema con el coche, le ayudamos en algo.- Lo dijo exhibiendo amplia y amable sonrisa.
- Oh, eres muy amable hijo, el coche está bien, ¿qué rumbo llevan? – - Vamos a la bodega Fontana por vinos. –
Don Felipe, gratamente sorprendido le contestó:
- Bueno Usted esta hablando con el dueño. – Y se estrecharon las manos, presentándose mutuamente. Juan y las esposas que habían escuchado todo, también se apearon y se presentaron con mucho entusiasmo, haciendo sonreír a don Felipe.
- Bueno, venga, yo también voy allá, las guapas damas, me hacen el honor de acompañarme en mi auto. –

Pepa y Letizia se instalaron en el asiento delantero, y la caravana emprendió la marcha.
Cinco Km después, el Mercedes, seguido por los amigos, ingresó por un amplio portón, estacionándose frente a un gran deposito, en cuyo frente destacaban columnas de pino sosteniendo arcos de madera, primorosamente tallados.

- ¡Pasen!, están en su casa. - Les invitó don Felipe.

La intención de ayuda de los jóvenes, lo había conmovido gratamente, estableciéndose una química con ellos. A dos empleados encargados de atender, les indicó que el se haría cargo de los recién llegados.

Después de probar una serie de vinos, todos estaban muy alegres, don Felipe los hizo pasar a otro ambiente, reservado para sus amigos, hasta que tragos van, tragos vienen, don Felipe descargó sus tribulaciones:

- En mi vida, a aparte de mi difunta Leonor, con quién no tuve hijos, y sin parientes, tengo solo dos grandes amores, esta bodega que viene desde mi abuelo y mi Mercedes, una antigua aspiración que he comprado con grandes sacrificios hace un año, y aún no he terminado de pagar.

Desgraciadamente la ultima cosecha de vinos ha sido pésima, y le estoy debiendo hasta a la Virgen Santísima, las del Banco son fuertes. Como toda desgracia no viene sola, ha llegado al pueblo como director del banco José Mata, hijo del dueño. José y yo en nuestra juventud nos disputamos el amor de Leonor, y él desde entonces me guarda rencor, ahora no quiere darme mas prorrogas, amenazándome con embargarme el negocio, necesito seis meses y estoy ante la disyuntiva de vender mi Mercedes o la bodega. No sé que hacer.
Pepa intervino:

- Mi madre es muy amiga de la madre de José, déjeme hablarle. -
Sacó su celular y habló un buen rato, los demás continuaron con los tintos y los blancos. Al colgar dijo escuetamente:
- Me va a llamar.-
Una hora después, timbró el celular de Pepa, ella después de hablar:
- Don Felipe todo está arreglado, la mamá de José ya le jaló las orejas, le acepta la prorroga. –
Se quedaron todo el día, por la noche al despedirse, don Felipe les dijo escuetamente:
- Los tendré presentes en mis oraciones y en mis ultimas horas. –
Todos borrachos, menos Pepa quien se hizo cargo del volante, no lo tomaron en serio.
Ocho meses después los llama un Notario:
- Don Felipe ha fallecido, ustedes son los herederos de sus bienes. -

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