domingo, 29 de noviembre de 2009

La visita (versión 16)


Una lluvia fina heló la esperanza de quienes deseaban un baño en la playa esa mañana. Media hora más tarde, con pocas ganas, salían en coche para visitar una bodega. Aquella visita cambió sus vidas…
Apenas se había movido el segundero cuando los dos se dieron cuenta de que aquel maravilloso día en la playa se había convertido en un paseo más por una bodega escogida como segunda opción. Pese a que la distancia que separaba lo anhelado de lo indiferente no era mucha, el viaje estaba resultando bastante pesado por las incesantes curvas que formaban la carretera. Él conducía con aparente tensión, manteniendo el cuello rígido y dejando ver el recorrido de sus venas serpenteantes. Apretaba tan fuerte el volante que al mover las manos dejaba en él un rastro de sudor. No podía quitarse de su cabeza aquel pensamiento que le atormentaba y que deseaba que nunca se convirtiera en realidad. Ella iba a su lado, con la ventanilla bajada y el brazo extendido con la palma de la mano hacia abajo mientras las finas pero constantes gotas resbalaban por su pálida piel. Ella miraba fijamente el espejo retrovisor y veía sin inmutarse como todo corría hacia atrás, como escapaban las últimas esperanzas de reconciliación en aquella playa, en aquella arena.
El paisaje parecía contagiarse de la tristeza de la pareja. El viento golpeaba con fuerza a los árboles que movían sus melenas con un vaivén continuo como si de marionetas se tratase. Él no tardó en detener el coche frente a un cruce en el que había varios letreros oxidados, levantó la vista y fue deslizando su mirada por ellos hasta encontrar la bodega. Se mostró indiferente mientras giraba el volante hacia la derecha, una curva más que lo acercaba a aquel pensamiento que deseó enterrar días atrás pero al que en ese momento prefería enfrentarse cuanto antes para terminar con aquella pesadilla.
La bodega no tardó en aparecer en el horizonte, la agradable impresión que les causó a los dos hizo que cambiaran sus pasivas caras y que mostraran interés por la bodega inclinando sus cuellos hacia delante para querer adelantarse a lo que ya estaban viendo. Él incrementó levemente la velocidad, viéndose obligado a frenar bruscamente a la entrada de la bodega.
El edificio era de piedra e imitaba a un castillo, tenía una torre con numerosas almenas. Sin duda también sorprendía que una de sus paredes estuviera cubierta por hiedras que escalaban por la piedra peleándose en una carrera por llegar al cielo.
Una vez en el interior los dos pudieron apreciar un olor agradable del que no tenían prisa por desprenderse. Se perdieron en medio de un grupo de turistas que realizaba la visita guiada. Atendían a las explicaciones del guía en medio de un mar de cámaras y preguntas. Mientras escuchaban el proceso de fermentación del vino, aquel pensamiento regresó a la mente de él, sabía que allí, antes o después se descubriría todo, lo que más miedo y vergüenza le daba era pensar en la cara que pondría ella al descubrir el engaño. Ella por el contrario, parecía muy interesada en la explicación y seguía con el dedo índice las líneas del folleto que les habían dado en la entrada mientras lo leía.
Al acabar la visita, los invitaron a probar los deliciosos caldos que salían de aquellas barricas de roble cuidadosamente colocadas. El momento se acercaba. El guía sirvió el vino en las copas de la pareja, cuando ella la levantó para catarlo, ocurrió. En el delicado cristal pudo ver el reflejo de un chico al que no tardó en identificar, ése sí que era él y no el chico que la venía acompañando desde algún tiempo. Ella no entendía el porqué pero los dos hermanos gemelos se parecían como dos gotas de vino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario